lunes, 15 de junio de 2009

“IGUALDAD ENTRE MUJER Y VARON Ó SIMPLEMENTE TRATO IGUALITARIO”

I. A MANERA DE INTRODUCCION

En las últimas décadas se ha venido difundiendo y reflexionando ampliamente el concepto de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, el mismo, que se refiere a la necesidad de garantizar que ambos puedan participar en condiciones de igualdad en los diferentes aspectos de la vida humana. Por ello, en numerosas reuniones internacionales se ha concluido que la discriminación contra las mujeres se contradice profundamente con la dignidad humana y el bienestar de la sociedad, limitando la posibilidad de un futuro humano más justo.

Hay avances favorables en el campo de la teoría y el marco legal, con la vigencia de la Ley Nº 28983, se ha abierto espacios de igualdad formal. Sin embargo, en la práctica y la vida diaria, las relaciones entre los géneros sigue reproduciendo la dominación de la mujer y su discriminación en todos los ámbitos de la vida sea este económico, social, político y hasta cultural.

En todos los países de América Latina los textos constitucionales reconocen derechos fundamentales a las mujeres. Sin embargo, en la práctica las mujeres siguen sufriendo una serie de discriminaciones. Los entendidos en la materia coinciden que las principales barreras a vencer para acabar con la discriminación hacia las mujeres son de tipo cultural. Asimismo, agregan que, el Derecho pensado desde una perspectiva de género puede constituir un factor determinante para la igualdad entre hombres y mujeres.

En los últimos años, la inclusión de los derechos de las mujeres y la no discriminación de género ha merecido un tratamiento especial en la agenda de los derechos humanos. Aunque se pueden mencionar no menos de diez documentos que abordan el tema de la protección de los derechos de las mujeres, resultan claves la Convención sobe la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (1979) y la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995). El primer documento, se ha constituido en la pauta internacional para la no discriminación y ha creado estándares internacionales para su erradicación. El segundo, renovó el Compromiso de la comunidad internacional con los objetivos de la igualdad entre géneros e hizo que el tema del progreso de la mujer entrara en el siglo XXI.

En el ámbito americano destaca la Convención para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer (Convención de Belem do Para) que precisa que debe entenderse como violencia contra la mujer cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado

II. HABLANDO DE IGUALDAD: UN CONCEPTO EN EVOLUCION
Desde la antigua Grecia Platón y Aristóteles señalaban que ser mujer no era algo precisamente deseable, puesto que las mujeres tenían el mismo estatus social que los esclavos, privadas de derechos cívicos y participación política. Posterior a ello, en la obra “La República”, de Platón, basada en la búsqueda de la construcción de una sociedad perfecta, el filósofo reconoce una misma naturaleza en el hombre y la mujer; debido a esta igualdad, creía él en la igualdad de oportunidades lo cual debería venir de una educación igualitaria.

Por otro lado, Thomas Hobbes, fue el primero en cuestionar la desigualdad entre los dos sexos, así como la autoridad patriarcal. Ello fue el primer hito para la defensa de los derechos de la mujer, ya que cuando discutió la autoridad masculina y dejó de justificar la misma como una ley natural, abrió infinitas puertas que siempre llegaban al mismo resultado: ¿Por qué entonces la diferencia de géneros, al menos socialmente hablando?. Fue Hobbes, verdaderamente, el primero que puso en entredicho el valor universalista de la desigualdad juzgada hasta el momento, con lo que se convirtió en uno de los principales defensores de la equidad.

En este paseo por el tiempo y la historia, para poder analizar la discriminación de la mujer veremos que existen diversidad de causas y consecuencias, podríamos llenar folios y folios de datos, por lo cual analizaremos la que es, desde el punto de vista de la ética, la principal causa de la discriminación sexual: la debida a la educación que reconoce, de entrada, un rol masculino y un rol femenino.

El gran escritor español don Gregorio Marañón escribe “el gran error de nuestra sociedad ha sido educar al hombre contra la mujer y a la mujer contra el hombre” Sin duda alguna, ésta es una de las más importantes causas de la discriminación de la mujer, ya que este aspecto ha influido de forma determinante en la educación de hombres y mujeres.

Desde que nacemos, hombres y mujeres, estamos guiados a seguir distintos roles por la sociedad: si nos paramos a pensar, ¿a qué niño pequeño no le han vestido de azul alguna vez? Si echamos la vista atrás: ¿a qué niña no la han vestido con el típico vestidito rosa?, rara es la persona que no tiene estos recuerdos en su memoria, con estos ejemplos, podríamos señalar otros diferentes como los juguetes bélicos para niños y las muñecas para niñas... que demuestran el seguimiento de la sociedad con estos roles.

Por otro lado, la educación recibida hacia los distintos sexos, ha mostrado y hecho hincapié que la mujer es más débil que el hombre y que éste debe ser preparado para tomar decisiones, afrontar riesgos y ser dominadores de las situaciones. Este tipo de educación es incorrecta y debe ser inaceptable. El estudio publicado por el psicólogo Brasileño Lair Ribeiro revela que: “Hay ocho inteligencias diferentes en cada ser humano que pueden ser desarrolladas: verbal, matemática, musical, espacial, corporal, intrapersonal, interpersonal y naturalista. En cinco de ellas, las mujeres son superiores a los hombres, por ejemplo, en la verbal y también en la intrapersonal, siendo más intuitivas, más perceptivas y más compasivas. La superioridad en el terreno de la inteligencia de las mujeres es debido a que las mujeres tienen más conexiones entre el hemisferio izquierdo y el derecho del cerebro, eso le permite usar los dos lados a la vez; el hombre, sólo es capaz de hacer una cosa cada vez”

Sobre lo antes dicho, podemos señalar que el tipo de educación mostrada antes es incorrecta y que la mujer puede desempeñar de igual manera, el mismo papel que el hombre, e incluso mejor. Otro punto a destacar en el tema de la igualdad hombre-mujer es la discriminación que éstas sufrían en el ámbito político al serle negado el derecho al voto. La sociedad iba evolucionando pero las mujeres aún estaban consideradas como personas poco cultas y sin capacidad de decisión importante, pensamiento motivado, quizás, por la educación impartida.

Con el devenir de los años, las mujeres no iban a quedarse en el anonimato, mediante su presencia y actividad buscaron que sus derechos y sus opiniones fueran respetada y reconocidas socialmente de igual forma que las de los hombres. Después de luchas interminables las mujeres consiguieron el derecho al voto, que llegó como consecuencia de la Constitución peruana de 1933 . La aprobación de esta constitución supuso para la sociedad y sobre todo para las mujeres, un gran cambio. Al principio, muchas personas (sobre todo hombres) mantuvieron su negativa ante esta constitución, sin embargo, cuarenta y siete años después, fue definitivo, en el año 1979 se consiguió a través de dicha Constitución la total igualdad de derechos entre hombres y mujeres. La historia toma un panorama distinto con la expedición de la Constitución de 1993, cuya redacción es más cauta al no establecer diferencias entre varón y mujer, pero es desde dicho texto constitucional que empieza una nueva lucha, el hegemonizar el sistema normativo nacional.

III. A SEMENJANZA E IMAGEN DE DIOS
¡Vivimos en una sociedad machista!, es esta una afirmación que de tan repetida, incluso denunciada, ya no impresiona a nadie. Es preciso, sin embargo, al menos por una vez, darnos cuenta del significado profundo de esta aseveración: decir que el peruano es machista, es afirmar algo tan injusto y repugnante como decir que en nuestra sociedad se discrimina, se practica el racismo o se fomenta el sectarismo. No es sólo afirmar que el varón se autoafirma como tal en cuanto conquistador o semental de abundante y desperdigada prole, sino también que toda cultura está radicalmente viciada por opresora y discriminatoria de la mujer.

El gran desafío de todos, varón y mujer, es construir una sociedad sin discriminaciones y en la que reconociendo y valorando la riqueza de la diferenciación sexual, no se privilegie a ningún sexo en detrimento del otro. Si por feminista entendemos a todo aquel que defiende la igualdad fundamental del hombre y la mujer, considerándola como persona humana, oponiéndose a las estructuras y a las costumbres que la transforman en objeto abriéndose al aporte social de la femineidad, podríamos afirmar que Jesús fue un definido feminista. Esta afirmación salta a la vista si comparamos las actitudes éticas y humanas de Jesús con las tradiciones de la sociedad judía de su tiempo.

III. POSITIVAMENTE IGUALES

Una de las políticas de igualdad que se ha desarrollado en los últimos años son las acciones positivas, que ha tenido contestación por algunos sectores que entienden que estas políticas perjudican a los hombres. Se trata de medidas que actúan sobre las barreras sociales que dificultan la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, teniendo por finalidad equilibrar y compensar las diferencias sociales que produce la discriminación generalmente las mujeres.

Es hora ya de comenzar, quizás debemos de entrada admitir en nuestra praxis esa postura tan femenina que es la receptividad, la acogida activa y consciente, para abrirnos a la posibilidad de una nueva sociedad que entiende que “el bien del hombre y la mujer son independientes y que ambos quedan lesionados si en una comunidad cualquiera de ellos, no puede contribuir en la medida de sus posibilidades al desarrollo del otro”.

La igualdad está vinculada al nacimiento del Estado constitucional. Como principio político ha recorrido un largo camino, con profundos y extensos debates, para adecuarse a las nuevas conceptualizaciones y, sobre todo, a las demandas del movimiento feminista dirigidas a homologar y equiparar en derechos a la mitad de la población.

Las mujeres han reclamado la igualdad real porque la igualdad formal las situaba en condiciones de inferioridad respecto a los hombres, dado que las características propias de un grupo de ellos se habían interiorizado y convertido en sujeto universal y, por tanto, sujeto de la norma. Norma que solamente resultaba eficaz entre los iguales pero mostraba un grado importante de desigualdad entre los desiguales.

Para ello han proclamado la necesidad de adoptar medidas específicas a favor de las mujeres para poder alcanzar la igualdad real. No obstante, ante el insuficiente avance de la igualdad efectiva entre mujeres y hombres ha sido necesario arbitrar otras medidas. A partir de la Cuarta Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre las Mujeres celebrada en Pekín en 1995 se consolida la idea de introducir la perspectiva de género en todas las políticas y actuaciones de los poderes públicos. Uno de los ámbitos donde estas políticas han tenido que aplicarse, aunque no exentas de polémica, ha sido en el derecho a la participación política.

En nuestro país vive hoy por hoy un momento histórico en el avance de los derechos de ciudadanía y, en especial, en aquellos que afectan a la igualdad entre mujeres y hombres. La emancipación de la mujer y la conversión de la igualdad legal en igualdad real son temas que ocupan más que nunca un lugar privilegiado en la agenda política.

Entre las preocupaciones de las ciudadanas y ciudadanos se sitúan problemas como la violencia de género, de enorme impacto social, pero también otros que han pasado inadvertidos durante demasiado tiempo: la diferencia de salarios, la baja tasa de actividad de las mujeres o las dificultades para compatibilizar la vida personal, familiar y laboral.

El gobierno no es ajeno a ese cambio, que en nuestro caso convive parejo a otro, superar una situación de dificultad fruto de la crisis venidera. Pero tan importante como este cambio es el que han vivido en este tiempo las mujeres de nuestro país, un cambio más silencioso y en apariencia menos visible, fruto del esfuerzo y compromiso de muchas personas y asociaciones y que tiene y seguirá teniendo un gran impacto en nuestro país.

Debe impulsarse un cambio social, que contribuya a que las instituciones avancen en la igualdad y en el diseño de políticas sociales al hacer posible un cambio de mentalidad sobre el papel que la mujer debe desarrollar en la sociedad. A lo que se suma la planificación, diseño y puesta en marcha de servicios público como el centro asesor de la mujer o la casa de acogida para mujeres víctimas de violencia, o políticas de gestión que permiten reducir las diferencias existentes en el ámbito de la familia, la empresa, el empleo.

Respondiendo a sus propuestas, desde las perspectivas del Estado y del Legislativo, nos hemos propuesto que las necesidades de las mujeres estén presentes en el diseño de cada política pública. Y para ello se diseñaron planes de igualdad que han supuesto un nuevo impulso por la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de gestión (desarrollo local, empleo, vivienda, cultural, bienestar social), que se trabaje para erradicar esa insana mentalidad de la violencia de género, para lo que se ha desarrollado diversas normas.

Está claro que los retos siguen siendo muchos, pero es que los cambios son y deben seguir siendo imparables para las mujeres de nuestro país y de nuestra ciudad. Estimular un marco legal que vaya contra la violencia de género y cuanto marco legal existente se hace necesario, pero no suficiente, si bien es cierto en la agenda política la transformación de los derechos de la mujer en hechos ocupa un lugar destacado, esta no debe pasar por un mero positivismo silencioso, sino por una practica social.

Esto último debe entenderse, que no sólo es tarea del Estado el amparar el derecho de las mujeres dentro del marco legal existente, si bien es cierto ello es fundamental dentro de un positivismo, como base normativa del Estado, este no debe de alejarse de la practica social, donde cada uno de los elementos que conforman el Estado, perciben intrínsecamente el valor e igualdad de condiciones de la mujer. Ello conllevaría cambiar una percepción de “trato igualitario” a una clara “igualdad” que es muy distinta. Podemos señalar que la primera de las mencionadas se refiere a una percepción sutil y hasta diplomática que pueda tener la sociedad frente al crecimiento y posesionamiento de la mujer en el desarrollo social, político y económico del Estado, mientras que la segunda es la convicción que lejos de cualquier prejuicio y valoración forzada, debe imperar en la sociedad, puesto que la misma deviene de una dualidad o binomio, conformado por el varón y la mujer.

Si bien es cierto las normas –el positivismo legal- han ayudado en mucho al reconocimiento y trato igualitario de la mujer, cumpliendo así el Estado el resarcimiento normativo, es tarea ahora de la sociedad el resarcir a un genero, que lejos de ser el sexo débil, ha demostrado en la historia y en política que puede contribuir, no esperemos que la tarea de apreciación y reconocimiento sea obligada e impuesta –si bien ayuda- nos queda una tarea más, acerca cierta.